La relación entre la política y la música es tan antigua como el arte mismo, tanto por manifestación de los propios músicos como por la utilización de melodías con fines partidarios.
El debate sobre si esta relación es válida o no volvió a tomar fuerza tras la actuación de Illapu en el Festival del Huaso de Olmué. Para los que no supieron, durante su show, el grupo liderado por Roberto Márquez utilizó la imagen y voz de Victor Jara y Matías Catrileo, además de invitar a un grupo de estudiantes chilenos para que subieran al escenario y desplegaran un lienzo que decía “Educación gratuita y de calidad”.
La molestia de la alcaldesa de Olmué Macarena Santelices se hizo explícita en la misma noche acusando al grupo de politizar el evento y ciertas irregularidades en la forma en que fueron “acreditados” los estudiantes. Pero, ¿podemos criticar a Illapu por actuar de esta manera aprovechando la vitrina que otorgaba Chilevisión en Olmué ?, la verdad es que cuestionar lo que hizo una banda que fue exiliada, que se ha vinculado históricamente con los pueblos originarios, que creó “Bío bío sueño azul”, que cantó para más de 100 mil personas en La Bandera, que fue clave en el triunfo del No, habla de falta de conocimiento y sobre todo de exceso de confianza de los organizadores, al pensar que no habría alguna mención política o reivindicatoria por parte de Illapu.
Así como Los Bunkers y Manuel García aprovecharon el Festival de Viña para hablar de la educación y pedirle directamente al gobierno que interviniera en el conflicto estudiantil, era lógico pensar que un grupo “militante” fuera más duro en la forma de usar el “escenario” de Olmué , para enviar un mensaje.
Si Olmué quería evitar este incendio mediático, tiene que poner más ojo en su parrilla de artistas y privilegiar a quienes el discurso político les parece ajeno o secundario, pero ahí se corre el riesgo de evitar la legítima expresión y sobre todo de desconocer nuestra propia raíz folklórica, nadie puede dejar de lado el aporte musical e intelectual de Victor Jara o de Violeta Parra, como nadie desconoce su militancia.
El exabrupto de Illapu no es tal, es sólo una consecuencia de su manera de entender el arte. Las defensa de sus ideas puede ser compartida o no, pero en el ejercicio democrático en que nos desenvolvemos hoy debemos aprovechar esta oportunidad para el debate y no para la descalificación.
A la alcaldesa de Olmué le quedan otras experiencias más en el Patagual donde probablemente se deberá enfrentar a nuevas manifestaciones. Su juventud le hará entender que la censura es el peor negocio, que revisar rutinas o shows, nos regresará a épocas que queremos dejar atrás. Que como autoridad tiene el derecho de enojarse, claro, cuando uno es visita tiene que respetar la casa donde lo invitan, pero también acá no hay una visita de cortesía sino una actuación que fue pagada y que como tal viene con todos sus ingredientes, si a Illapu le hubiesen rayado la cancha, probablemente Márquez habría desistido de actuar en Olmué y el conflicto sería mayor por la “mordaza” propuesta.
No hay que enojarse con Illapu ni hay que exagerar la nota, no olvidemos que Mari Trini y Roberto Carlos homenajearon públicamente a Pinochet en el Festival de Viña, para los dos lados las reglas están claras, un artista militante no deja de serlo en Olmué, Viña, Glastonbury o Rock in Rio. Y si usted quiere evitarse el discurso, prescinda de contratarlos y no los censure.